Siempre ha existido el bingo, los casinos y las tragaperras, con un nombre muy acertado. Cuando hablamos del juego no hacemos referencia a un espacio de uso reciente, es algo que lleva años en nuestras ciudades, pero en la última década se ha trasformado en un gigante peligroso, que arrastra a la ruina social y económica a nuestra juventud. Bares, casas de apuestas, bingos, casinos, cafeterías con ‘juego’ e internet han transformado el uso del espacio público del que hace uso la juventud.
La generación Millenial y la Z nacimos en los 90 y a principios del 2000, y somos quienes nos estamos incorporando a la vida adulta. Nuestra infancia ha venido marcada por innumerables cambios sustanciales en la sociedad que han revolucionado la forma en la que vivimos; medios de comunicación, internet, nivel de vida, los viajes, la medicina, la tecnología y un largo etcétera, pero el que probablemente sea el más significativo es el hecho de que desde que tenemos uso de razón, nuestras vidas han estado rodeadas por la crisis económica.
Nuestras generaciones han crecido y madurado con la precariedad como seña de identidad, ese lastre capitalista que busca individualizar los problemas de nuestra generación e incluso los viste como algo guay con términos en inglés como el ‘co-living’ para decir que tenemos que compartir piso hasta los 40 porque no tenemos dinero para vivir por nuestra cuenta.
El juego evoluciona
La precariedad de la juventud es precisamente aquello que trata de explotar el capitalismo con las casas de apuestas, para exprimir aún más a las clases trabajadoras. Y no es casual que donde más de estos espacios haya sea en los barrios humildes de nuestras ciudades. Se plantean como un modelo de “ocio moderno” en el que dependes de tu “propia suerte” para hacerte rico, o ganar dinero, y salir de la precariedad. Es obvio decir que el azar no existe, son negocios amañados.
En los últimos 15 años se ha visto una evolución considerable del sector del juego, apostando por unos jugadores jóvenes como su nicho de mercado más importante, aquellos a los que sacar los cuartos con mayor facilidad. Si bien en aquellos años, el modelo de los salones de juego resultaba poco atractivo y lleno de señores, se optaba por partidas de póker o cartas en los descansos del instituto con algo de dinero, muy poco, lo suficiente para darle un “aliciente” al recreo. Si bien puede resultar inocente, de lo que estamos hablando es de hábitos que se construyen en la adolescencia y una búsqueda de modelos de ocio diferente a los que la sociedad ofrece, que son nulos o anticuados. Con 16 años, en el bar y con las monedas que sobran del café, pruebas a echarlas en la máquina tragaperras y como nadie te decía nada, incluso se trata como algo totalmente normalizado por la sociedad porque “no hace daño a nadie”, no le das mayor importancia. Con 16 años quizá ya tengas algo más de dinero de algún curro de fin de semana, los modelos de ocio siguen siendo lamentables y te apetece estar con los colegas de siempre, el póker (u otros juegos) te permiten echarte unas risas y con 10 euros, el subidón de adrenalina es bastante mayor.
La normalización de la publicidad del Juego
Futbolistas a los que admiras y famosos que han estado todas las tardes en la tele de tu casa te animan a apostar, es divertido, algo normal y puedes ganar más dinero que trabajando de camarero. Y además eres bueno en ello, o eso te hacen creer. También te contarán que, si te esfuerzas, puedes ganar y tenerlo como un trabajo convencional, y salir de la espiral precaria en la que vive la juventud. Coches, casas, oro, mujeres… porque hay que recordar que la publicidad se enfoca a los chicos jóvenes, que son su principal cliente, y es una publicidad bastante machista.
Las apuestas es un entorno altamente masculinizado, donde las recompensas buscan premiar el modelo más tradicional, relacionado con el éxito masculino dentro del capitalismo, y donde las mujeres son estigmatizadas y consideradas una amenaza por sus “armas femeninas”. Siendo el juego online donde empieza a subir la presencia femenina, debido al anonimato frente a otros jugadores, pero se mantienen en unas cifras muy alejadas respecto a los jóvenes.
En los últimos 10 años, las casas de apuestas forman parte de un proceso que se ha ido normalizando, han adquirido una estética juvenil y se venden como una alternativa de ocio que empodera a la juventud dentro del neoliberalismo, y bajo sus estándares. Gastan cantidades ingentes de dinero en publicidad y campañas agresivas para atraer a cada vez más jóvenes. Son espacios con comida y bebida muy barata, que permite a la gente joven echar la tarde mientras apueste, que se conforma como una actividad social porque también incentivan que vayas con los amigos y puedes apostar en cualquier tema que puedas imaginar, dando la sensación de que tienes la capacidad de decidir e incluso de ganar. Y aunque legalmente no puedes entrar si tienes menos de 18 años, es una ley que se toman con laxitud desde los locales y como las redadas policiales son escasas, buscan enganchar incluso a menores de edad.
Juego online, publicidad, socialización, ocio y espacios apropiados
Es importante aclarar que en internet sólo puedes apostar con el DNI de una persona mayor de edad, que se verifica. Sin embargo, las estrategias para jugar online existen. Sin extenderme mucho, quiero hacer hincapié en la importancia de la apropiación de espacios públicos y en la organización de la juventud para construir alternativas de ocio, pues en caso contrario, pondrán casas de apuestas en los espacios que no ocupe la sociedad.
Las apuestas online van un paso más allá de las presenciales y favorecen un proceso de adicción e invisibilización de los problemas con mayor facilidad. Restan el componente social que buscan al introducirte, te ofrecen gran privacidad al poderlo hacer desde el móvil y cuenta con gran cantidad de reclamos publicitarios e incluso económicos para que juegues. Forma parte de un proceso por etapas del lobby del juego para introducirte, agarrarte y no dejarte salir.
Y es importante hablar de las casas de apuestas y el juego online pero también hacerlo de la publicidad y las formas que emplean para visibilizarse porque dada su normalización, ni tan siquiera nos paramos a pensar si realmente es algo normal.
Encontramos espacios intergeneracionales como los estadios y espacios deportivos donde vemos sin pudor como las casas de apuestas financian a los equipos deportivos y es realmente difícil encontrar algún equipo que no cuente con su patrocinio. En la televisión tenemos infinidad de anuncios de casas de apuestas, en vallas publicitarias cercanas a colegios, en el mobiliario urbano o navegando por internet, y estos son espacios que comparten desde los más pequeños hasta lo más mayores, estando en todos los lados, sin escapatoria a su publicidad. Y precisamente porque son espacios intergeneracionales, me atrevería a decir que es donde menos esfuerzos dedican en hacerse ver (cualquiera lo diría), pues su objetivo sigue siendo la juventud precaria, la que vive en barrios humildes y trabajadores, allá donde ponen las casas de apuestas para que no tengan que salir del barrio, en sus redes sociales, para que no tengan que buscarla.
La juventud tiene espacios propios, espacios públicos propios gracias a internet, en los que se mueve con soltura y comodidad, ajenos a la visión de los más mayores y con intereses comunes entre la gente, espacios que el lobby de las apuestas ha sabido comprender y atacar con ferocidad. El estigma de la precariedad se ve difuminado en estos espacios, pero los intereses son comunes y no se pueden enmascarar; la división de clases la llevamos en nuestra sangre, aunque la conozcamos con otros términos y las casas de apuestas también se enfocan en aquellos espacios con conocimiento de causa.
La publicidad con campañas concretas
Por centrarme en espacios concretos, mencionaré los grupos de ‘chollos’, que a priori puede parecer innocuo al ayudarte a ahorrar unos euros en algún electrodoméstico que necesites, aunque no deja de ser un espacio que te incite a comprar cosas que no necesites, pero lo relevante de estos grupos es la connivencia que tienen con las casas de apuestas, tanto online como presenciales. Detrás hay grandes campañas de publicidad que ofertan promociones, mayores si son en grupo, regalos por registrarte e incluso dinero para poder apostar; dinero que no podrás sacar hasta que no metas más dinero. Son estrategias muy medidas y sin pérdidas económicas para el lobby pero que abre la posibilidad a nuevas formas de apostar en la juventud, que es quien realmente pierde. Todas ellas te las venden como “apuestas sin pérdidas/riesgos”. Ya, claro.
Un tipo de campaña en redes que suele funcionar muy bien es la de los concursos, en la que por hacer difusión de algún producto (casas de apuestas en este caso), te regalan algo. Esta semana hemos tenido una campaña de Arabet en la que regalan entradas para fútbol y basket para ir a ver al equipo de la ciudad; aquí volvemos a la tóxica relación de las casas de apuestas con los deportes profesionales (y no tanto).
Pero dichos concursos no sólo se suscriben al ámbito deportivo, ya que podemos ver habitualmente campañas en las que regalan consolas, dinero para apostar, conciertos, etc, o campañas en las que, si gastas determinada cantidad de dinero en una casa de apuestas, consigues acceso a determinados foros o te regalan bienes materiales.
No es que tengas publicidad del lobby allá por donde pases, que también, sino que además tienes promociones difíciles de rechazar, que necesariamente están pensadas para incidir contundentemente en las aspiraciones de la juventud precaria y, el discurso neoliberal que nos venden en el que afirman que la suerte depende de nosotros y que cualquiera puede salir de la pobreza si se lo propone, aunque sea con unas gafas de sol o un polo de marca.
Menores de edad, influencers y videojuegos
Y esto sólo es la punta del iceberg capitalista del lobby del juego ya que los menores de edad están en su punto de mira, influenciados por el entramado publicitario y cultural montado alrededor de las apuestas, surgen formas más específicas de sacarles el dinero y es mediante los videojuegos, con prácticas relativamente recientes como es la compra de mejoras y objetos exclusivos.
La estrategia que siguen es similar en todos los casos: suelen ser juegos en los que interactúas con otras personas, lo habitual es jugar con tus amigos, un sistema de recompensas y el juego en sí es gratuito o casi gratuito, la experiencia de juego se ve limitada notablemente si no compras mejoras, las cuales se pueden conseguir por niveles de precio y en distintas etapas de la evolución del juego, de manera que lo que buscan es generar cierta dependencia y competición en la que te incitan de forma permanente a comprar alguna mejora para avanzar de manera más entretenida.
Cuando entramos en los espacios públicos de la gente joven, aparecen los youtubers e influencers, siendo la versión moderna de comunicadores y famosos de las generaciones anteriores. Una de las temáticas más comunes es la de videojuegos, siendo bastante entretenida, donde quienes son los protagonistas tienen todas las mejoras en los juegos que suben, y muestran las supuestas ventajas en el juego de tener esos objetos. No deja de ser una forma moderna de publicidad. También es habitual que dichos youtubers e influencers den códigos de descuento para las tiendas de productos de los juegos, código con el que se llevan un porcentaje.
Es habitual que, en determinados juegos, la forma de poder seguir jugando con contenido nuevo sea mediante la compra de actualizaciones periódicas, logrando además un desequilibrio desproporcionado entre jugadores que gastan dinero y aquellos que no lo hacen al obtener objetos con gran poder en el juego, viéndote avocado, de nuevo, ante la precariedad del sistema capitalista y no puedes jugar con tranquilidad ni evadirte de los problemas. Patrones de conducta similares a otras problemáticas y acentuados por el sistema económico.
En este sentido funciona GTA V, uno de los juegos con más tirón, en el que también hacen promociones de saldo. Esta misma semana salió la nueva actualización, que además de objetos, te traen contenido nuevo para poder jugar. Estuve haciendo cálculos (https://twitter.com/will_zgz/status/1205205150786375680) y el precio mínimo para poder jugar al nuevo contenido era de 15 euros, más dinero que el que cuesta el juego, también hice el cálculo de cuánto costaría comprar la nueva actualización completa y rondaba los 390 euros. También diré que es una actualización habitual, habiendo visto alguna de varios miles de euros. Dentro del propio juego se encuentra un Casino totalmente funcional, el que se apuesta con dinero real, pero del que no puedes sacar beneficio fuera del juego.
Con cierta facilidad se suelen ver los juegos con ‘cajas de loot sorpresa’, cajas de premios, por las que pagas dinero real sin saber que hay dentro. Lo cual tiene cierta similitud con las apuestas convencionales. Cada vez se escucha más la corriente que pide acabar con esta práctica, pero se hace caso omiso.
Apuntes de clase y batalla cultural
Las casas de apuestas también se suman a proyectos de juegos alternativos e incluso a modernas plataformas de juegos de realidad virtual, siendo juegos accesibles a menores de edad.
En estas situaciones, es imposible evadir la carga de la publicidad/recompensa de las apuestas y el gasto en juego, sumiéndote en una situación de excepción si eres de las pocas personas que no se gasta dinero en una forma de juego o en otra. La socialización alejada de las apuestas se vuelve una carga sobre la gente joven, con una presión difícil de comprender desde visiones ajenas en edad. Las apuestas y el juego van estrechamente ligados a un modelo de ocio neoliberal contra las clases populares y debe de ser desde estas donde se articulen alternativas al modelo depredador y consumista que nos aboca a la ruina como generación y como clase social. Importante es también la concienciación política y que si llegado el momento, desde las instituciones se deciden a colaborar de esta alternativa de modelo de ocio, no se puede repetir la tutela y condicionamiento pues entonces dejar de ser libre para ser condicionado y caer en viejos patrones.
Ante la duda que pueda surgir en la necesidad de la existencia de youtubers e influencers, aclarar que la generación de referentes culturales es imprescindible para cada generación y, además de inevitable, es absolutamente necesaria. Pero sucede que al igual que con los espacios públicos; si no los ocupa la sociedad organizada, te los ocupa el capitalismo.
Las Apuestas y el Juego tienen muchas patas, en la que distintos profesionales tienen mucho que decir y aportar, pero como juventud y desde la parte política, debemos de asumir que se trata de una batalla cultural a la que tenemos que hacer frente, con un importante interés económico detrás para que esta situación no cambie. Seamos conscientes de que nos jugamos la salud social, cultural y económica de nuestra gente, de nuestros barrios y de las generaciones que vienen.
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